Diario de un gato siamés

domingo, octubre 03, 2004

¿Cómo llegó Simba al piso de la perrita?

- Simba, ven aqui! No salgas a la escalera! -Dijo Tutu enfadado y autoritario.
- Tutu, pero si vuelvo rápidamente -dijo Simba, mientras corría hacia adelante, y miraba hacia atrás- tan sólo quiero ver lo que hay abajo.
Tutu, no acostumbrado a que no le hicieran caso, agachó su cabeza, miró al suelo, y dijo algo para sus adentros.

Mientras, Simba, bajaba las escaleras una a una, despacito, como el gato inexpero que era. Aunque los gatos gozan de una buena vista, buen oído, y buen olfato, la avalancha de nuevos olores y sonidos, produce una torpeza sin igual, y más cuando se está paseando por nuevos lugares con sus instintos al máximo nivel de alerta.
Sonidos, olores, visiones, todo era nuevo para él, que había llegado a casa sin darse cuenta, metido en una cajita. Poco a poco iba asimilando las nuevas experiencias e intentando almacenarlas, pero no con el mismo nivel de detalle, que supone un peligro máximo, o el que supone su antagónico, el olor de esa persona que les pone de comer en su cacharro.
El suelo, también estaba un poco más frío que el de casa, y es que a las 8 de la mañana, cuando uno de los jefes se iba al instituto, todavía hacía un pelín de frío, en las primeras mañanas de otoño, ese otoño que nos recuerda al marrón, donde las pasarelas de moda, se visten de marrón, y van acompañadas de hojas marrones, que planean por y para los desfiles de los nuevos cánones de belleza, donde en las calles se mezclan personas con camisetas y camisas de mangas largas, y cortas, y unos miran a otros, preguntándose si de verdad hace tanto frío, o si de verdad hace tanto calor.
Ese otoño, que quizá sea la época del año más melancólica, detrás, el verano, delante, un crudo invierno.
De todas formas, los gatos, tienen un pelaje que les acompaña hasta el fin de sus días y no necesitan añadidos, eso sí, no dudan en acercarse a las estufas cuando hace frío, o intentar dormir con alguno de los jefes de las casas, aprovechando el calor humano.

Simba se quedó en el tercer piso, y es que un olor desconocido, pero que a la vez avivaba sus instintos, le decía que debía estar alerta. Él no sabía que era el olor de una perrita, pero algo intuía ya que le vinieron a la cabeza, imágenes de un diálogo con Tutu, donde se hablaban de los perros, sus manías y sus no manías y todo había acabado con unas risas.
Sonó el timbre, y unos pasos se escucharon en el interior del piso, se acercaron a la puerta, y acto seguido abrieron la puerta. Simba que había sido previsor, se escondió un par de escaleras abajo. Desde allí pudo ver lo que sucedía.
Una persona abría la puerta, y dejaba paso a un perrito, que ansiosamente movía la colita, y que se disponía a bajar.
Simba, también desconocía, que ese sonido, que también era muy parecido al que sonaba en ocasiones en su casa, era el sonido que daba paso a que el perrito bajara a la calle, a pasear con alguno de sus amos.

El perrito bajó a la velocidad del rayo, mientras la puerta se cerraba, y llegar al escalón número dos, se quedó parado, Simba, estaba allí, preparado para guerrear, orejas gachas, cola en movimiento pendular, y la boca bien abierta, pero el perro, mejor dicho la perrita, no estaba para esos temas, es más, una sonrisa se dibujaba en su bello y pequeño rostro...

Continuará...

1 Comments:

  • Duende

    Menudo susto se llevó Simba, pero me parece que la perrita le va a dar un sonoro lametazo :)

    By Anonymous Anónimo, at 10:27 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home